Ciudad de Dios

By Juan Daniel Cavanso

Es complicado escoger un personaje en Ciudad de Dios, si eres victimario no durarías porque te expones a otras pandillas y si eres victima te colocas en la delgada línea entre morir o matar. A un teniendo el control de un arma y el miedo de toda una zona es inconcebible herir a alguien y más a un niño. La escena es en pleno día en una Fabela de Rio de Janeiro, entre calles laberínticas de fácil o de imposible escape. Un grupo de niños están haciendo travesuras al margen de la ley, robos, daños a propiedades, y se topan con la pandilla de jóvenes de la zona, parece que varias personas ven la situación a escondidas desde su casa, nadie interrumpe por miedo el encuentro. La pandilla pregunta ¿Qué prefiere? ¿Qué le disparen en una mano o en un pie? Un niño quiere ser parte de los victimarios, tal vez por miedo a tener un final como los otros infantes. El pertenecer a un grupo por sentirse abandonado, amenazado impulsa a que el humano exalte su condición más natural, la violencia es algo innato en nosotros, y multiplicar este sentimiento es algo normal en la sociedad; los adultos hacen de sus anchas y corroen la inocencia de los niños haciéndoles creer que el asesinato es la única salida. La escena lo muestra, un niño pequeño que quiere ser parte de una pandilla. Le exigen una “prueba de ingreso” y se le obliga a asesinar a uno de los niños que perturba con sus travesuras infantiles y ¿el que no muere? Le disparan en el pie y debe huir cojeando mientras los victimarios se van riendo. Los perpetuadores no lucen fuertes físicamente porque la nutrición en una Fabela no es muy buena empero su actitud es amenazadora, desafiante e intimidante, su lenguaje corporal es por medio del arma, son un solo ser, persona y pistola.